viernes, 29 de abril de 2016

Movimiento cadáver/Cultural exquisito

Sobre la Resistencia de barro


En días recientes se dieron las condiciones, no gratas, para que un grupo de productores artísticos: literatos, músicos, danzantes y otros, se juntara a reclamar el pago de trabajos ya realizados para la Secretaría de Cultura, Confección, Macramé y Deporte del Estado de México, que preside un señor de apellido Gasca Pliego.
Para reclamar a la Secretaría, le pidieron a la misma Secretaría que les prestara un espacio público, que les prestó, para poder gritar que la misma Secretaría no les hace caso, los ignora, y no les da espacios. No obstante lo complejo de la redacción, es verdad. Desde un espacio proporcionado por la misma instancia se autonombraron Resistencia. Templete y sonido fueron gestionados desde un ayuntamiento para apoyar a los resistentes. Los productores artísticos involucrados volvieron a presentarse sin cobrar. Esta vez fue decisión propia.
Ya sé que mi opinión no cambia cosas, pero si me preguntan, es como votar por Peña Nieto y sorprenderse de que tenemos un imbécil en presidencia.
Gritos y consignas dignos del flamante siglo veinte en el que viven y, con el órgano del evento inflamado, negaban eventitis. De haber puesto cámaras a los costados, aquello parecería set de filmación de una comedia romántica basada en estereotipos de la lucha popular nunca morirá la lucha popular nunca morirá la lucha popular nunca morirá.
Desgañitados, como si no tuvieran micrófono en mano, o mejor, como si hubiera cientos de miles de personas esperando escuchar, aludían a la creación de un órgano cuidadano de observación cultural. Claro, convocado desde la no ciudadanía, desde intereses políticos partidistas y personales, apoyado por personas que se han institucionalizado en la lucha popular nunca morirá la lucha popular nunca morirá la lucha popular nunca morirá.
Hay gente a la que le dan un espacio para cantar y canta que no tiene espacios para cantar. Y cuando se dan cuenta de la vírgula, corren a ponerse debajo de lo pies de otro para que sus letras sigan teniendo sentido. Por eso el perredé hace de los institucionalizados en la lucha popular nunca morirá como sus calzones: ¡a quemar camiones y tomar presidencias!
Los Resistoles no se acuerdan, pero ya han participado en acciones similares. Por ejemplo, cuando la Secretaría de Macramé era el Instituto Mexiquense de Repujado y Cultura, y la directora, digamos al azar, se llamaba Marcela, se levantó un movimiento que leía exhortos ante cámaras fotográficas. ¿Qué pedían? Lo mismo. ¿Quienes participaban? Los mismos. ¿Qué pasó en aquella ocasión? Lo mismo. ¿Qué pasará ahora? Lo mismo. ¿Por qué? Por lo mismo. No hay fundamentos reales. Sólo quieren seguir gritando consignas para que su vida tenga la misma lógica.
Insisto en que lo que opino vale un comino, pero lanzo la apuesta desde ahorita: ¿Cuánto tiempo dan de arrastre, sus promotores, a este movimiento que ha nacido muerto? No creo que llegue al año. Lo que pasa es que yo sí me acuerdo.


Sobre la Secretaría de Cultura, Confección, Macramé y Deporte del Estado de México


En días recientes se dieron las condiciones, no gratas, para que un grupo de arribistas políticos decidiera abusar de productores artísticos: literatos, músicos, danzantes y otros. Parece que recientemente una mafia tuvo la idea de contratar a estos personajes, aprovechando su necesidad de reconocimiento, hambre de programas de mano fotocopiados y ganas de escenario y decirles que les iban a pagar un dinero. Bien poquito, les dijeron, pero es un dinero. Y los productores artísticos dijeron que sí, por favor, hazme famoso. Mientras el Secretario de nombre Gasca Pliego acudía a su clases de bordado en los diferentes pueblos del Estado de México, los arribistas mafiosos que son sus falderos decidieron, seguramente sin consultarle, y pensando que tenían la gran idea nueva, no pagarle a los susodichos productores artísticos. ¿Para qué hacerlo?
La genialidad de su maquiavélico plan es que nunca, jamás, never, sucedió antes. ¿Cuándo desde la década de los ochenta había ocurrido que recortaran gastos, mantuvieran las mismas tarifas de pagos? Jamás antes había desaparecido la compañía de Teatro del Estado de México. De allí que los productores artísticos, que hasta la  fecha no han necesitado de guías inteligentes, creyeran por completo en la Secretaría. ¿Quién lo diría? ¿Habrase visto antes?
Ya dije que lo que opino se puede soslayar. Pero lanzo la apuesta desde ahorita: ¿Cuánto tiempo creen que siga sin pagar la Secretaría? Me refiero a ¿cuánto tiempo tardará en regresar a sus viejos y bien conocidos hábitos? También apuesto por un año. Lo que pasa es que sí me acuerdo.


Sobre el chayoterismo cultural


Desde que Tania Hernández Arzaluz se retiró, no existe periodismo cultural en el Estado de México. Ella fue la última verdadera periodista cultural del Estado. Esto deben escucharlo por igual Resitentes de Pacotilla y Secretarías de Papiroflexia. Cuando Tania Hernández Arzaluz dejó de publicar en medios impresos, la cosa se fue al carajo. Sépanlo uno y otro: Tania Hernández Arzaluz publicaba una nota y administraciones enteras temblaban. Se tomaba una decisión cultural anticipando la posible reacción de Tania Hernández Arzaluz. Me refiero, para quien no lo sabe, de administraciones priistas. Pregunten a ex directores y directoras el Instituto de Macramé y Cultura de qué periodista se acuerdan en toda su carrera política. El nombre que aparecerá es el de Tania Hernández Arzaluz.
Ni la Resistencia para Calentar Agua ni la Secretaria de Huevos de Pascua se acuerdan.
El que no haya pasado nada con su retiro de los medios impresos es una clara muestra del deplorable estado de salud mental y la deficiencia de nuestros productores artísiticos.
Que los miembros de la Resistencia digan que el único currículum de Tania Hernández Arzaluz es que sea la esposa de un escritor, habla de lo pendejos que son, de lo poco que valen. Un comentario tan machista merece ser escupido, y por supuesto ningún respeto. Y ojo, lo de pendejos no lo digo por el alcoholismo con que quieren trabajar, sino porque son pendejos a secas.
Tania Hernández Arzaluz recibió la convocatoria a un movimiento que creyó valía la pena. Se encontró con gorilas que, sin fundamento, tratan de llevar votos a su campaña. El que los productores artísticos involucrados no lo vean es parte de la enfermedad. (Los que quieran saber paso a paso de lo que hablo, lean el texto de Tania Hernández Arzaluz aquí).
Que vayan periodiqueros a cubrir sus eventos culturales es un espectáculo de lástima y risa. Que crean que su fotografía impresa en un periódico de quinta sirve para algo... bueno, para eso ya no tengo palabras.


Sobre los productores artísticos


Ninguno es artista hasta que otra persona que sí vale la pena nos demuestre lo contrario.


Sobre mi vela en este entierro


Tengo años de no participar activamente en ningún evento cultural. Consumo arte y cultura para mi. Lo comparto con mi familia. Los demás que se vayan al carajo. Me he mantenido al margen porque cada vez que veo que estas cosas pasan, confirmo que no vale la pena. Incluso muy pocas veces creo que el producto artístico valga algo.
El currículum que tengo incluye haber trabajado para una administración priista y otra panista. Siempre en el ámbito cultural. En ambos casos se me acusó de perredista por tener el cabello largo. Hablo de mi currículum sólo porque los Resistoles lo pusieron sobre la mesa. Lo que aprendí es que el pri y el pan son la misma mierda. Al perredé no me he acercado, pero hiede a mierda desde lejos. No conozco en persona a los hermanos Medina, pero sé cuál es su tufo.
Cada mes se realiza una lectura de tunAstral en el negocio que tengo. Lo hago por tres cosas: porque tengo ganas de hablar de literatura con gente que sabe, porque quiero cultivar la amistad con gente que sabe, y porque puedo.
Tengo años de no publicar alguna opinión sobre lo que sea. Pero los productores artísticos involucrados en el cadáver exquisito tuvieron que acordarse de mi y de tunAstral. Las herramientas que usaron (¿debo repetir que son pendejos?) contra Tania Hernández Arzaluz fueron dos: sólo es esposa de un escritor y está cerca de las vacas sagradas de tunAstral. Después de este episodio, reafirmo que son lo que se merecen ser. Ojalá hubieran hablado con Roberto Fernández Iglesias una sola vez antes de sentirse llamados a la revolución. Ojalá se acordaran de su pasado reciente. Ojalá tuvieran dos dedos de frente. Ojalá supieran elegir a sus líderes. Porque los líderes no pueden ser pendejos y ellos, pues sí lo son.

Tengo amigos que son productores artísticos. Debo decir que en muchos casos el cariño hacia ellos continúa. Sin embargo la admiración ha mermado bastante, y el respeto ya casi desaparece.

miércoles, 29 de julio de 2015

Escuela de Escritores y tunAstral o subestimar a los subhumanos

La creatividad es un pecado en este país. Claro que los discursos dicen lo contrario. Sin embargo las instituciones educativas estandarizan inteligencias, ropajes, información descargada en la cabeza del estudiante. Sabemos que si un niño dibuja una flor, debe ser con centro circular. Los colores de un pétalo no pueden ser cafés, negros, o verdes.
Las instituciones de fe estandarizan creencias, dogmas, profesan dobles morales y se aferran al primitivismo humano (ni siquiera a la animalidad biológica, sino a la perpetua estupidez de la ignorancia supina).
Las sociedades siguen encendiendo la televisión para recibir dosis de pornoporquería cerebral en forma de telenovelas burdas, sosas, vulgares (donde vulgo significa poco menos que mierda) que se escenifican entre políticos de pacotilla, ladrones, asesinos, corruptos, mejor descritos como subhumanos; entre comentaristas deportivos con cruzadas personales; o deportistas sin talento y acostumbrados a la gloria mediocre de un país mediocre en el pináculo de un deporte mediocre (pero siempre lo ha sido, no nos extrañe).
Desde este panorama es muy sencillo circunscribirnos a lo que sucede en el Estado de México, donde levantamos el índice para recordar a los presentes que aquí hay feminicidios, enojados porque Guerrero nos quiere quitar el primer lugar. Tanto trabajo que nos costó llegar a él. Por eso, a quién extraña que los subhumanos del Estado de Feminicidiomex se deshagan de las instituciones culturales independientes. La cultura, a diferencia de la educación estandarizada, ofrece opciones. Opciones para mejorar la vida. Para amanecer, beber un café y apostar por la belleza, la empatía, el crecimiento emocional. Opciones para tomar partido por lo más justo y reclamar lo que hace daño o no sirve.
Por eso, a quién extraña que el Gobierno del Estado de Feminicidiomex encabezado por Eruviel el subhumano cancele apoyos a instituciones como la Escuela de Escritores Juana de Asbaje y tunAstral, si la creatividad no es un pecado siempre y cuando se haga dentro de los estándares de las pantallas planas de Mover a México.
Por eso, a quién extraña que La Secretaria de Pacotilla y Deporte encabezada por otro subhumano (hijo y hermano de subhumanos) informe que va a hacer uso de los recursos para el apoyo a instituciones independientes como la Escuela de Escritores Juana de Asbaje y tunAstral y luego diga que no va a apoyar. Para quedarse acaso con el recurso, moverlo bajo la mesa, repartirlo en cortito con los cuates, porque ni que fuera tanto el dinero destinado a estas instituciones como para saldar deudas externas, construir nuevas carreteras o poner más gasolineras. Vaya, no es tanto lo que destina(ba)n a instituciones culturales como la Escuela de Escritores Juana de Asbaje y tunAstral como para poder irse a Francia. Esos dineros salen de otro lugar, no de la cultura, donde ya no hay nada que exprimir. O sí hay y yo lo que hago es subestimar a los subhumanos.
A quién extraña que en el Estado de Feminicidiomex no se reconozca el talento y el trabajo arduo de quienes encabezan instituciones como la Escuela de Escritores Juana de Asbaje y tunAstral; se desconozca la labor de los profesores; se tema al talento de las nuevas generaciones.
A mi no me extraña la porquería, pero sigo teniendo asco. 

viernes, 21 de junio de 2013

Altiplano, aún (Tercera parte)

Hay más máquinas. Me quité el cinturón y lo pasaron por la primera. También me quitaron la liga que uso para atarme el cabello. Elegí una roja porque la lista prohibe el color negro en prendas, salvo en los zapatos. No me quitaron las agujetas.
Luego de que mis cosas pasaron por la revisión, y la de los trabajadores que entraban conmigo y las de otros visitantes, dijeron que no debía ponérmelas de nuevo. «En cada garita te lo vas a quitar». La encargada de esta primera revisión señaló mi barba y bigote. «Está autorizado», dijo Mónica por primera vez esa mañana, «es el memo 500». De todas formas la señora debía preguntar. Alzó el teléfono y preguntó por la barba y el bigote del visitante que entra al Auditorio. Volteó con cara de piedra. «La directora está en operativo, no me pude responder ahora».
Así que esperamos.
Cada una de las máquinas de entrada. Cada una de las personas que atienden las máquinas de entrada. Cada una de las veces que, levantando el gafete de visitante, posé frente alguna de las múltiples cámaras que hay por todo el lugar. Cada una de las veces debí esperar un rato a que la directora dijera, en medio de su operativo, que sí, había autorizado la entrada de mi barba y bigote.
No supe cuánto tiempo fue. No hay relojes a la vista. Hay luz blanca por todo el lugar. Las ventanas no permiten ver el paso del sol.
Desde la primera garita me impidieron el paso con la liga roja. El cabello suelto me incomodaba. No estoy acostumbrado. Pasé por una máquina de rayos láser. Pasé por la desnudez y el toqueteo de un guardia con cara de piedra. Me sellaron el brazo. Me fotografiaron una y otra y otra vez. Firmé aquí y allá con repuestos de pluma.
Cuando por fin entré al penal de máxima seguridad Altiplano, en Almoloya de Juárez, Estado de México, la cosa no había concluido. Cada tanto hay un diamante. Una reja de entrada que se abre desde el interior. Hay que gritar al guardia: «¡Nivel A!», para que, luego de un rato se asome y presione el botón que abre la puerta. Entramos. «Muestra tu gafete, no agaches la cara, que la vean». Detrás de nosotros, la puerta se vuelve a cerrar con un chasquido eléctrico. Rodeamos el diamante bajo la mirada del custodio. Del otro lado, otra reja. El custodio la abre. Salimos al siguiente pasillo.
Más adelante, gritamos: «Nivel C!». Estos controles de entrada y salida están por todos lados. Las puertas de un lado y otro no se abren nunca al mismo tiempo. Si coincidimos con otras personas del otro lado, alguien debe esperar.
Luego se sube y se bajan escaleras. Pasillos que no son estrechos. Lo compruebo cuando en cierto momento nos topamos con trabajadores que llevan y traen charolas de comida. Todos cabemos muy bien. Sin embargo, la sensación es de estrechez. Las paredes son gruesas y adentro hace frío. Todo el tiempo, todo el año, a toda hora, hace frío. La gente al interior vive con chamarras.
En cierto momento, una esquina, un descanso en la escalera. «Aquí», me dice Mónica, mi Virgilio en esta ocasión, «fue donde dispararon al hermano del Chapo».
El lugar perfecto. La trampa de película. Sentí angustia. En ninguna parte del penal uno se siente a gusto. Pero en ese punto, menos. Las paredes elevadas, la ausencia de ventanas. Esa esquina impide ver tanto el camino que se ha recorrido como el que hay que recorrer. Me pregunté cuánto se necesita para planear algo así. Quién es capaz de hacerlo. Es evidente que soy ingenuo y mi ingenuidad me aleja de todo. Sé que hay asesinos y políticos, que hay maldad, pero casi nunca estoy tan cerca de ella.
Fue cuando cobré conciencia de lo que estaba haciendo: iba a presentar mi libro ante algunos de los peores criminales del país. ¿Es que soy un estúpido? ¿Tan grande es el morbo? Pensé en mi familia. En lo tanto que los amo. ¿Y si me regreso?
«Ya llegamos», me dijo Mónica. Y sí, allí estaba el Auditorio Juan Pablo de Tavira. Y la gente con armas largas vestida de negro.

lunes, 10 de junio de 2013

Altiplano, aún (Segunda parte)

El trayecto hasta allá no había cambiado, pero la entrada al penal sí. El estacionamiento es otro. Ahora, los vehículos no entran al penal de máxima seguridad Altiplano, donde estaba invitado para hablar de mis textos, sino que se quedan afuera. "Eso nos ahorra una par de revisiones", pensé. Pero también imaginé que significaría nuevas revisiones al interior. Se toman en serio lo de máxima seguridad.
Estaba en lo cierto.
Mientras aguardaba a la persona que me llevaría hasta el auditorio, sentado en una silla donde, aún sin pasar revisión alguna me sentía escudriñado por guardias y trabajadores del penal, recordé lo curioso de esta invitación. Hace diez años me pidieron que escribiera un reseña, para una memoria gráfica, sobre lo que significó el programa Cafés Literarios en el Centro Federal de Readaptación Social La Palma. Le dije que sí a la persona que me lo pidió, quien coordinaba al interior. Pero no le dije cuándo. Nunca quise escribir aquel texto. O lo intenté pero no pude escribir nada. No me sentía a gusto recordando la opresión, la pérdida de intimidad, lo intenso y aterrador de algunas miradas. Aquella vez me dije que debía hacer lo que dice el maestro Quiroga: no escribir bajo el imperio de la emoción, sino evocarla luego. Y borré el asunto de mi cabeza. Creo que la memoria gráfica no se concluyó nunca, y ahora me decían que la persona que coordinaba antes ya no trabaja en este penal, sino en otros del Distrito Federal. Y de hecho la nueva coordinadora, a quien esperaba sentado mientras me escudriñaban, no sabía de aquel pasado tan lejano. En realidad me invitaron por casualidad. O por destino. Christian, un amigo, se contactó conmigo como se contacta ahora a las personas: por fesibuc. "¿Quieres ir?", me preguntó, "yo ya entré y la experiencia es especial, te estoy recomendando, pásame tu dirección y teléfono".
Le agradezco a Christian y no le agradezco. Ya no quería presentar mi libro y ya no quería regresar al penal. Pero es algo que me debía y lo supe hasta que respondí sí, acepto, y le pasé mi teléfono y dirección y le pedí me diera la famosa lista de las reglas para entrar. Ya no recordaba todas o suponía las habrían cambiado en algunos detalles.
Un hombre de negro y armas a la pierna me preguntó a dónde iba. "Voy al café literario", le respondí mientras pensaba que eso no lo entendería, debí decirle simplemente que iba al auditorio. En el auditorio se deben hacer muchas cosas, reuniones teatrales entre internos, festivales con las familias, tal vez charlas de superadores personales, no lo sé , pero hubiera sido más sencillo decir eso. Vi en sus ojos la pregunta del cómo se come. Luego sentí otras miradas. El trabajador de la paquetería me observaba con una sonrisa de desdén. Había gente allí, algunas señoras y niños. Imaginé que serían familia de alguien allá dentro, Todos me veían. En eso llegó un señor. Un rostro medio conocido de aquella época. "Espera", me dijo, "están buscando el memo que autoriza tu entrada, y que autoriza la entrada de tu barba y bigote". "Gracias", le dije, "¿puedo guardar mi teléfono celular? Ya está apagado y sólo eso y mis llaves traje de casa".
Quería quedar bien, quería decir que seguía las reglas antes de que me recordaran que había reglas. El de paquetería le dijo a mi interlocutor: "Aquí no puede guardarlas, ya lo sabes, esto no es paquetería". "Las guardo en mi gaveta personal", le propuso. "Ya sabes que eso está prohibido", dijo el de paquetería. "Oficial, ¿usted qué dice?"
El hombre de negro y armas a la pierna guardó silencio. Estaba pensando.

viernes, 7 de junio de 2013

Altiplano, aún (Primera parte)

Hace diez años quería ser famoso como son famosos los jugadores de soccer. También quería hacer las cosas que cambiaran al mundo porque, al parecer, nadie las estaba haciendo y "¡es tan evidente lo que se debe hacer!" La trinchera: mi escritorio, un buró más en la burocracia. Pero por aquellos entonces el buró no importaba porque era un mueble cultural, y yo tenía ideas y ganas y posibilidades. 
En eso pensaba mientras caminaba de la casa a la entrada del fraccionamiento, donde iría a esperar un vehículo con emblemas del Altiplano, cárcel de máxima seguridad. Mejor conocido como el CEFERESO de Almoloya, o simplemente Almoloya la grande. Antes con el nombre de La Palma.
Antes significa diez años atrás, cuando desde mi buró programé la visita de escritores a ese mismo lugar. Fueron casi tres años de visitar mes con mes, de firmar mes con mes, de descalzarme y ser escudriñado mes con mes, de ser fotografiado mes con mes, de ser etiquetado mes con mes, de sentir que estaba haciendo algo importante mes con mes. De que, a lo mejor, mes con mes ponía mi granito de arena para que la gente que habita ese lugar sufriera, gracias a la literatura, el cambio radical en sus vidas.
Cuando por fin me senté en el vehículo oficial dejé de pensar en los ideales del antes y, sin conocer al conductor, comencé a contarle mis anécdotas. La parte mundana, aquella que no se niega y que es, en realidad, la sal de las cosas. Como cuando el poeta de Cuernavaca llevó una novela publicada por el FCE. Trata de un asesino francés que, encerrado en una prisión de máxima seguridad, se convirtió al catolicismo. La novela explora, según el autor, la noción de que para hacer el bien se requiere la misma fuerza que para el mal. O viceversa. Y viceversa. El poeta de Cuernavaca ahora sale en periódicos porque encabeza un movimiento luego de ver a su hijo asesinado. 
También recordé en voz alta cuando el narrador y dramaturgo nacido en Toluca, el más famoso de todos los nacidos allí, entró al auditorio apellidado de Tavira, y los internos, habiendo leído su libro, dijeron en voz alta que este autor "no es un monstruo". Las preguntas, si lo recuerdo bien, retornaban a lo mismo: "¿Haces magia?", "¿te dedicas a la brujería?", "haz visto esas cosas de tu libro". El escritor nacido en Toluca ahora aparece en periódicos internacionales porque sus novelas se consideran entre las mejores del continente.
En estos diez años de ausencia el camino hasta allá no cambió tanto. Acaso un conjunto habitacional nuevo con algunas miles de casas enclavado a unos kilómetros de Altiplano y que se ve a lo lejos cuando uno va llegando. El asfalto cacarizo. La ausencia de árboles en una sabana más bien mexicana, sin rinocerontes o jirafas pastando. Y al final del viaje, el gris por fuera que te anuncia el gris por dentro.
Una ocasión me quedé afuera, recordé mientras se estacionaba el vehículo. Ya me sabía todo el ritual de entrada, que no debía vestir ciertos colores, tales prendas. Era mejor llegar sin todo lo extra que allá dentro ni de broma te dejarán usar. Llevaba más de un año entrando y aquella vez no pasé de la garita vehicular. "Usted trae botas, señor". Me quedé helado. Las botas eran mi calzado diario salvo los días de La Palma, que llevaba mocasines, como dice en el oficio. Ese día lo olvidé. No podía creerlo. El escritor en turno, poeta de la tierra de los magueyes, ahora con galardones nacionales, entró sin este Virgilio mediocre. Busqué la forma de tomar un camión de regreso hasta la seguridad de mi buró. De otra forma me hubiera quedado tres o cuatro o cinco horas allí afuera, rodeado de pastizales y de los ojos de hombres y mujeres armados, vestidos de negro.

lunes, 18 de febrero de 2013

Rostros

Acompañé al binomio Tania/Bruno a las seis y media de la mañana. La nota era sobre peregrinos que van a la Villa. Miles de fieles parten de la catedral, desde esa hora, y otros miles más se van sumando a la gran fila a lo largo del camino.
Eso son miles de rostros de niños, viejos y jóvenes que no vi antes, y no volveré a ver jamás. Gente que realiza un esfuerzo enorme para viajar a pie, por muchos kilómetros, al sol del día, para expresar algo en lo que no podré estar de acuerdo jamás: el amor por la imagen de un personaje ficticio, que además representa la represión política, social y cultural hace varios siglos. Una represión a la que se sometieron voluntariamente (por un personaje ficticio) y que, al celebrarla, es perpetuada.
Al final, Tania se acercó a un hombre vestido de verde, con los emblemas del Ayuntamiento, que regaba las jardineras que están a un costado del Ayuntamiento. Iba a preguntarle a este hombre qué tanta basura dejaron atrás los peregrinos. Con sorpresa, y antes de que Tania le preguntara nada, reconocí a Felipe. Hace un par de años, Felipe hacía dinero extra trabajando en el Centro Toluqueño de Escritores, hasta que la administración cambió y fue despedido. Era quien lavaba los baños, aspiraba las colillas en las alfombras y fregaba los pisos.
Me dio gusto ver a Felipe.
Pero no hubiera visto el rostro de Felipe si Tania no lo hubiera elegido por su uniforme para hacerle la pregunta. Acaso es un rostro de los miles que no vi antes, y no volveré a ver.

jueves, 25 de octubre de 2012

Sobre suelo que serpentea, según @Lorzzzo


El 20 de octubre, en el programa de actividades del Festival Quimera 2012, se presentó Sobre suelo que serpentea, libro publicado hace casi un año, en diciembre de 2011. Invité a Lorena Romero Moreno, @lorzzzo, para que hablara de la publicación. Desafortunadamente primero le di una fecha incorrecta y, luego, cuando corroboramos, ya era demasiado tarde, pues ese fin de semana debía cubrir, para @RMmexiquense, el Festival Internacional Cervantino, así que no andaba en la ciudad. Quedó de enviar el texto pero, una vez, más, no nos pusimos de acuerdo y llegó a mi bandeja de entrada algo tarde.
En su lugar @taniahernandeza, compañera de mi vida y madre de mi hijo, leyó un texto a propósito del libro que escribió hace rato. Ese texto se publicará después.
Ahora, les dejo el que escribió @lorzzzo para esta fecha

Quimera 2012
Presentación del libro Sobre suelo que serpentea

Querido Alex:
I
Va esta misiva que a manera de presentación para tu libro Sobre suelo que serpentea escribo para ser leído en un domingo luminoso de Quimera.
Dicen que para conocer una ciudad hay que caminar sus calles y también, para mirarlas como el que va de paso, dormir en sus hoteles. También conocer donde se come bien y se bebe mejor y, ¿por qué no?, mirarla a través de los otros que pintan, fotografían y escriben de ella.
¿Se puede conocer una ciudad a través de una sola calle?, ¿Ese botón de muestra que es una calle es capaz revelarnos las pulsiones ocultas de las personas que la habitan, de los edificios aparentemente silenciosos, de sus peatones cotidianos y ocasionales?  Aún más ¿puede un libro acerca de una calle de una ciudad lograr esto? 
Sobre suelo que serpentea quiere darnos una respuesta, quiere hacernos andar la calle Sebastián Lerdo de Tejada de la ciudad de Toluca de Lerdo, llamada así en honor del varón soltero que muriera desterrado en Nueva York luego de ser presidente de la república y buscar, como desde entonces en nuestro país, la reelección. 
Sobre suelo que serpentea es también un experimento para integrar en un proyecto literario varios géneros que van de la narrativa al guión radiofónico; de la dramaturgia a la nota informativa; del guión de cine al artículo, de la epístola al guión de comic. No necesariamente en ese orden como tampoco el libro sigue la numeración de la calle de manera lineal. El carruaje avanza y retrocede, de pronto estamos a una altura de Lerdo que ya habíamos pasado.
He dicho carruaje por nostalgia de los tiempos de Lerdo y Juárez que compartieron las vicisitudes del poder, el peregrinaje y quién sabe qué más; ambas calles se encuentran en la urbanización Toluqueña y coinciden en esquina; cerca de allí hay unos buenos mariscos, el carruaje es uno de esos numerosos taxis que legales o no abundan en nuestra ciudad, en nuestra calle.
Quién ha subido a un taxi sabe que es posible que no ocurra nada sorprendente en el trayecto de su destino; pero también sabe que podría convertirse, en los minutos de recorrido, en receptor de ideas políticas, comentarista de deportes, terapeuta conyugal, víctima de algún tipo de evangelización, objeto de ligue, y hasta personaje de ficción como le ocurre al conductor Mario y a la pasajera Ernesta quienes fungen como hilo conductor de esta suerte de rompecabezas que es Sobre suelo que serpentea. 
El libro puede leerse avanzando en sus páginas o yendo y viniendo como el taxi sobre la calle, es además un muestrario de formatos que tienen que ver con la escritura y aunque creo que no fue el ánimo ni el objetivo del libro funciona como un texto didáctico para los jóvenes que quieren acercarse a la literatura y que no distinguen entre un artículo y un cuento. Un joven egresado de comunicación tomo Sobre suelo que serpentea de  mi mesa y lo ojeó varias veces, después me pidió el libro para tomar una nota; le pregunté su duda y me dijo “esque nunca había visto como se le pone para que el dibujante haga su trabajo en un comic” 
me dio gusto oírlo y sé que te dará gusto también a ti, Alejandro, creo que cuando alguien escribe un libro no siempre sabe qué es lo que los lectores obtendrán de él.
Cuadro 25
ESCENA: En la mano de Víctor, el cigarro se ha consumido casi a la mitad.
TEXTO: RESULTA QUE EL MUY CABRÓN TIENE JEFES, Y LE HAN PEDIDO QUE SE REUNA CON EL SECRETARIOA DE CULTURA DE MANERA URGENTE

Cuadro 26
ESCENA: La ceniza del cigarro cae junto a la bota izquierda de Víctor
TEXTO: NO SABÍA QUE LOS FUNCIONARIOS DE CULTURA TUVIERAN COSAS URGENTES EN SUS MANOS

Este libro fue realizado con la beca de invierno 2009 Alejandro Ariceaga que otorgaba el Centro Toluqueño de Escritores y tuvo su peregrinaje antes de convertirse en un libro: fue leído en las Ferias de Libro de Guadalajara en 2010 y Minería 2011 y hasta en el Festival de las Almas el año pasado, sin que fuera notificado el autor; un camino accidentado como puede ser la mismísima ruta de la calle de Lerdo incluidas las funerarias que van “adornando”  su paso
“Retomemos a las funerarias de esta calle como vórtice de la historia toluqueña y motivo de la recreación de ciudadano de raíces matlatzincas, otomíes y tlauicas. Se dice que desde el año del caldo las funerarias ubicadas en la calle que nos ocupa son proveedoras de personalidad y reconocimiento mundial por sus servicios extraordinarios, que en muchos casos han llegado al extremo de la discreción”
Pienso en la calle de Lerdo, querido Alex, y te pienso caminando sobre sus banquetas insoladas mirando las puertas, las ventanas, las personas que pasan y cruzan contigo la mirada, acaso un saludo; esos buenos días o buenas tardes que se han ido perdiendo cuando las calles de Lerdo se juntan con cada vez más avenidas, callejones, parques, recovecos de esta ciudad a la que le dicen La Bellas sin terminar de creerlo. Te imagino imaginando y construyendo el cuerpo del libro, subrayando, tachando, pasando en limpio y me alegro contigo de que este libro sea una realidad.
Pienso en esto aquí en la calle Juárez de Guanajuato repleta de gente y me sonrío porque el texto prefigurado en Toluca habla de esa carroza-taxi que entronca en Lerdo y Juárez; este domingo Lerdo está en Toluca y Juárez en Guanajuato. Este 21 de octubre llega a su fin Quimera y el Cervantino estos festivales que nos hacen preguntarnos siempre acerca de la cultura y los asegunes de su entorno. Porque tú, Alejandro, también tienes una trayectoria como gestor y promotor cultural y has vivido, disfrutado y sufrido los vaivenes de la organización de actividades culturosas ya en términos institucionales ya de manera  independiente.
Hoy tendría que estar a tu lado en el Festival Quimera pero que se le va a hacer estoy en Guanajuato en el cierre del Cevantino , deseo alzar mi copita verde de garañona porque que tu libro se lea y se venda pero sobre todo porque deseo leer ya tu siguiente proyecto.
En Sobre suelo que serpentea, Alejandro, nos das un botón de muestra no sólo de la calle y la ciudad sino de ti mismo; debo decir que Sobre suelo que serpentea es un libro que esperamos mucho tiempo porque deben cumplirse los acuerdos que se toman pero también porque hasta que se convirtiera en el libro que ya es podríamos tener lo que sigue en la carrera como escritor de Alejandro León Melendez. Con el deseo de leer tus próximos libros te abrazo desde la calle Juárez hasta la calle Lerdo para llegar, contigo, a la presentación de tu libro en Metepec, un abrazo.
 Lorena Romero .

Gracia Lore. 

Un último detalle. Bruno, de menos de un mes de nacido, acudió a esta presentación, y bien podemos marcarla como su primera presentación de libro, su primera actividad cultural. (Aunque no sea así)