miércoles, 27 de enero de 2010

Las calles [colaboración para El Ocotito]

   Para @delaqueva, @ItzelBlue

Hubiera querido escribir sobre calles. De ahí el título. Incluso tecleé media columna sobre abrir la puerta de casa y dar un paseo. A pie o en coche, en autobús. Recorrer las calles. Debí borrarla. La idea no se dejó. Se me antoja más escribir sobre viajes. Sí, todo viaje inicia en la puerta, se toma una calle. Me refiero al hecho de la partida. A veces partimos rumbo a la oficina. Un viaje chiquito. Una ausencia corta, pero ausencia. A veces salimos más tiempo. Viaje de negocios. Vacaciones. Fin de semana. Regresamos. A veces en solitario (y la ausencia se comparte entre más personas, las que se quedan). A veces, en cambio, acompañados (y, por ende, la ausencia se repate entre menos). Otra veces, ay, nos vamos por tiempo más largo. Varios meses. Varios años. Una vida. El viaje corto se elonga. El largo se puede interrumpir. A veces la prospectiva anuncia el no regreso. Nos quedamos los hijos, los padres, los primos, los amigos. ¿Dónde anda? ¿Está bien? ¿Encontró lo que buscaba? ¿Su horizonte será tan hermoso como el Xinantécatl vestido de blanco? (No lo creo). Esta columna ni es columna ni es sobre calles ni es sobre viajes. Partidas. Es sobre los que se quedan. Alguna vez yo partí: toda mi familia lo hizo. Dejamos el primer hogar, el segundo. Nos quedamos aquí, vemos al señor desnudo que se viste de blanco. Todos tienen derecho a irse. A quedarse. Se quedaron amigos, novias, familia. Hicimos nueva familia. Los que se quedaron hicieron lo propio. Esta columna que habla de símbolos ahora charla sobre uno. La ausencia. El niño llora por mamá. El remitente se vuelve destino. El café es soluble. También existe el derecho a extrañar. Lo que dejamos atrás. Lo que se fue (a quien dejamos atrás, a quien se fue). Depende la perspectiva. Decimos ojalá regresen. Decimos a lo mejor regreso. (Decimos no quiero regresar). Esta columna tampoco es sobre los que se quedan. Es sobre habernos ido. Es señalar el punto del mapa. Allá estoy. El que se va (los que se van) puede(n) abrazarse a si mismo(s). El que se queda, lo mismo. Es decir: Acá o allá es lo mismo. La ausencia se siente en ambos lados. Estamos iguales. Pero no, eso no queda. Se extraña al amigo. Esta columna tampoco es sobre el símbolo. Es sobre el cliché. Esto ya se dijo. Se seguirá diciendo. No importa. La vida sigue (otro cliché). Todo se supera (cliché). A veces se olvida (uno más). El peor cliché: es para el bien (¿de quién?, ¿del que se va?, ¿del que se queda? ¿Por qué, si los dos son ausencia?, ¿cómo podría ser bueno?) Pero el cliché es razón. Y esta columna ni es columna ni habla sobre calles ni sobre viajes ni sobre símbolos ni sobre clichés. Son palabras. Es charla. Yo tengo a quien abrazarme, para esos casos. Deseo lo mismo. Hubiera querido escribir sobre las calles. Me quedé con el título.

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