domingo, 3 de junio de 2012

Matutino

Luego de la decisión de se padre (y sí, desde aquel momento y todo este rato y en el futuro es mi tópico) mi proceso de escritura debió modificarse.
Para empezar cambié el horario de escritura. Por el momento, y mientras bebé siga en la panza de su madre, y por tanto no decida otra cosa, me levanto casi todos los días en la madrugada para escribir la novela de la cual escribí en mi anterior y lejano post.


La modificación más importante no radica en la forma en la que escribo, que de cualquier forma cambia constantemente, sino en la percepción que tengo de la propia escritura.
Algo se ha destrabado en mi cabeza, y resulta que casi todo el tiempo escribir es un placer. Que no se mal entienda, por favor. Escribir ficción narrativa, para mi, suele ser lo mejor del mundo, salvo las veces en que he estado deprimido y escribir más parece un lastre que me lleva a alguna profundidad nueva.
Me refiero a que cuando escribo por trabajo, es decir los guiones semanales de cada semana que hago para un programa matutino de la televisora local, resultan un verdadero gusto. Y se trata de una recopilación de información que un reportero invisible (una voz en off) enumera con entusiasmo falso sobre actividades escénicas, talleres y exposiciones que lleva a cabo la institución cultural de la localidad.
Por otro lado, de pronto, en tuiter me dio por escribir minificción. Cuando comencé a coincidir con Tania, antes de que fuera mi pareja, ese fue uno de sus reclamos de fologüer: ¿Por qué no escribes cuentuitos? Seguro que alguien que se le conoce porque escribe (aunque en aquel entonces no se sabía ni qué escribía ni por qué se me conocía como escritor) y que además es tuitero, debiera escribir algo —ficción— en su taimlain.
Lo intenté en un par de ocasiones. Primero haciendo micro historias de un narcoléptico y luego con un personaje—Severo— que escribí a instancias de un juego creativo y muy popular que inventó la propia Tania. No pude con eso. Seguía siendo, en una forma muy retorcida y malinterpretada por mi cerebro, como escribir por obligación.
Es falso, lo sé, pero no eran mis ideas ni mis ganas.
Cosa que ya cambió. Desde hace unas semanas,como dije, me dio por escribir minificción. Se trata de una serie de cuentitos con un mismo tema: el Tercer Ojo. La idea surgió del tuit aquel que dice:
Estaba por recibir mi tercer ojo para ver en la neblina del futuro, pero que me sale un barro justo allí. Ahora tengo que esperar turno, again.
Y que era un tuit que solo buscaba contar (que para eso existen muchos tuits, para hablar de cada quién) que a mi edad tenía un flamante y nada ocultable barro en el centro de mi frente. La idea siguió y sigue adelante, a estas alturas con más de cuarenta minificciones.
Este cambio en la forma de percibir mi proceso de escritura se ve reflejado en otros ámbitos. La novela de la que hablé arriba, y a la cual dedicaré otros posts (siempre prometo) avanza sin un plan prefijado. Tengo, sí, un final previsto. Pero no lo he anotado para no casarme.
A raíz de un taller que tuve que dar, no de escritura sino de teatro de títeres de sombras (que reproducía en chiquito y en chinga y para chaneques de primaria el taller que recibimos en Carámbano hace algunos meses) me inundé de ganas por producir mi propia obra de teatro entre sombras. Estoy escribiendo un guión dramático y redactando un proyecto para la producción. Sólo por el gusto.
A lo mejor, solo a lo mejor, subo fragmentos de la obra. A final de cuentas, los tuits del Tercer Ojo, ya publicados, me han servido para identificar errores de estructura que creía haber eliminado. Publicar la obra de títeres puede ayudarme también.
Y hay más cosas, pero qué difícil es postear desde la App de Blogger para iPad.
Abrazos

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